Arte y Educación Ambiental. #26oct #EA26

El mundo del arte tiene una función estratégica fundamental, usar su creatividad e imaginación para mostrar a la ciudadanía, a través del impacto y la posterior reflexión, imágenes, sonidos o textos que pueden llegar muy lejos y a muchos públicos, y que sin duda son un complemento perfecto para los discursos que surgen desde la educación ambiental y que apelan a la razón y a los sentimientos. Es la herramienta perfecta para imaginar el futuro al que debemos dirigirnos aportando utopías que ayuden a combatir un discurso distópico cada vez más generalizado. Y sin olvidar que también puede ser una vía para aportar soluciones individuales y colectivas sobre las que construir la acción que alimenta el trabajo de la educación ambiental.

Por eso hemos elegido este tema para charlar un rato el próximo miércoles 26 de octubre a las 18:00 en TWITTER con el hashtag #EA26_arte 

Scientist Rebellion y Educación Ambiental

Scientist Rebellion y Educación Ambiental

#EA26 marzo 2022

Leemos que la semana del 4 al 9 de abril de 2022, cuando se espera la publicación de la última parte del 6º Informe de Evaluación del IPCC, un colectivo del que hasta hace un año apenas sabíamos nada, Scientist Rebellion (Rebelión Científica), ha convocado una huelga científica y académica global para demandar acciones inmediatas frente a la crisis climática.

Observamos que se preguntan: «¿Tiene sentido seguir investigando o enseñando, como si nada estuviera ocurriendo, sabiendo que nuestro planeta y la humanidad se enfrentan en los próximos años a un colapso sistémico masivo en forma de emergencia climática? ¿Cuál queremos que sea nuestro papel en esta historia?».

Nos preguntamos; “¿Tiene sentido seguir haciendo educación ambiental, como si nada estuviera ocurriendo, sabiendo que nuestro planeta y la humanidad se enfrentan en los próximos años a un colapso sistémico masivo en forma de emergencia climática? ¿Cuál queremos que sea nuestro papel en esta historia?».

Y advertimos que estas preguntas compartidas tan solo son el reflejo de una indignación que experimentan muchas científicas y científicos, tanto como educadoras y educadores ambientales ante la falta de decisiones realmente contundentes para desarrollar una transición ecosocial real y, por ende, para frenar el cambio climático.

En su web (scientistrebellion.com), afirman que ”como científicas y científicos, hemos intentado escribir informes y dar presentaciones sobre la crisis climática y ecológica a los que están en el poder. Ahora debemos tener la humildad de aceptar que estos intentos no han funcionado. Ahora es el momento de que tomemos medidas, para que demostremos cuán en serio tomamos nuestras advertencias”.

Ni nos acordamos de cuantas llamadas, manifiestos y cartas han hecho los colectivos ecologistas y de educación ambiental desde los años 70. Durante más de 50 años, hemos sido la grumete del Titanic que avisaba al capitán que nos la íbamos a dar. Que había un iceberg descomunal y que debíamos transitar por otras rutas. Pero, ser grumete es lo mismo que ser aire o ser invisible. Como mucho es alguien que molesta (y se ha molestado mucho).

Pensamos que la respuesta, además de en el viento, está en la misma pregunta: tiene todo el sentido seguir haciendo educación ambiental, como si supiéramos lo que está ocurriendo, sabiendo que nuestro planeta y la humanidad se enfrentan en los próximos años a un colapso sistémico masivo en forma de emergencia climática. Porque, en definitiva, convivimos con que no nos hagan caso, aceptando humildemente que la mayoría de los intentos no han funcionado y que, por eso precisamente, debemos seguir intentándolo. ¿O no?

En este caso, el intento va de unirnos a este llamamiento, la semana del 4 al 9 de abril de 2022, de Scientist Rebellion.

En medio de la que está cayendo, con una inimaginable crisis humanitaria, sanitaria y ecosocial, ¿Aporta algo nuevo este llamamiento? ¿La educación ambiental debe sumar? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Lo debatimos el #EA26 de marzo? ¿Nos unimos?

EsEnRed, III Premio Educación Ambiental #EA26

El 26 de enero de 2022, Día Mundial de la Educación Ambiental, ESenRED (@esenred21) obtuvo el III premio #EducaciónAmbiental #EA26.

El I Premio lo obtuvo el CENEAM

El II Premio fue para Julio Díaz y Cristina Linares (@ensgismau) del Grupo de Investigación en Cambio
Climatico, Salud y Medio Ambiente Urbano.

  • El III Premio Educación Ambiental #EA26 para EsEnRed se le otorga para destacar y reconocer la labor y trayectoria en el campo de la educación ambiental de las personas o entidades premiadas.
  • Este año los motivos destacados han sido:
  • Reconocer el trabajo llevado a cabo tras 12 años de trayectoria.
  • Hacer red cuando no había, cuando habían programas en las distintas CCAA, sin
  • contacto con las demás.
  • Crear y aglutinar redes en torno a programas de EA.
  • Crear una red de redes para intercambio, sinergias, proyectos en común, para ser un
  • proyecto tractor de redes con proyectos de EA.
  • Aglutinar, hoy día, a más de 1.300.000 estudiantes, 10.000 docentes, 13 CCAA, algunas
  • desde dos diputaciones (Palencia y Albacete), y una ciudad autónoma (Ceuta).
  • Realizar 5 Conferencia Internacionales Cuidemos el Planeta (Confint).
  • Colaborar en la realización y participar en 3 Confint Europeas.
  • Realizar 6 Simposios de docentes de ESenRED.
  • Participar en foros nacionales e internacionales para presentar la experiencia.
  • Lograr que la EA entre en el Ministerio de Educación y FP.

¡Felicidades a todas y todos los colibríes de ESenRED!

La Competencia Ecosocial, imprescindible para tu salud. Texto para el Ministerio de Educación

Atendiendo a la realidad socioambiental y al avance del Cambio Climático, se debería incluir una Competencia Ecosocial a través de la cual el alumnado desarrolle el entendimiento del ser humano como ecodependiente e interdependiente capaz de realizar una comprensión sistémica de la realidad pasada y presente. Le ayuda a ser consciente de los límites ecológicos y a ser capaz de actuar dentro de ellos y de ajustar su actividad al funcionamiento de los ecosistemas. También facilita la reflexión sobre las posibles transformaciones personales y colectivas y herramientas para una toma de decisiones que permita avanzar hacia una transformación social hacia sociedades justas, democráticas, descarbonizadas y sostenibles. Su fundamento debe ser el conocimiento científico y el desarrollo de un sentido crítico respecto de los sistemas socialmente construidos (cuidados, cultura, política, economía, comunicación…).

Cerrada por pandemia. #EducaciónAmbiental #EA26. 26/03/2021

En estas fechas, muchos andamos recordando dónde estábamos y qué planes teníamos hace un año. Justo cuando muchos planes y proyectos se quedaron en suspenso.

También muchos puestos de trabajo.

Hace pocos días, un reportaje de Canal Sur, cifraba en 5.000 los puestos de trabajo de educación ambiental en peligro en Andalucía. Esta noticia, a pesar de lo llamativo de la cifra, tuvo muy poca repercusión y prácticamente ha pasado desapercibida. Poco más allá del reportaje y algún comentario en redes.

El sector de la educación ambiental es uno más de los puestos de trabajo se han paralizado durante meses. Un importante porcentaje de esos trabajos no se han recuperado todavía y no se sabe si llegarán a recuperarse en algún momento. Durante este tiempo muchas han sido las reivindicaciones de ayudas a los sectores más afectados por el parón que ha supuesto la pandemia.

¿Qué diferencia el sector de la educación ambiental de otros que reclaman (y en ocasiones consiguen) ayudas económicas para superar esta crisis, que aparecen repetidamente en los medios, que cuentan con apoyo institucional para recolocar a las personas que han perdido sus puestos de trabajo?

Puede ser que en parte la respuesta está en que gran parte de esos 5.000 puestos de trabajo perdidos en Andalucía y de los otros miles perdidos en el resto de autonomías fueran puestos temporales y precarios ocupados por personas que no sentían la educación ambiental como una posibilidad de trabajo profesional a largo plazo si no una dedicación temporal.

Muchas de las personas que hace un año se dedicaban a la educación ambiental han decidido buscar una salida profesional en otros sectores que les proporcionen mayor seguridad o mejores condiciones de trabajo.

Puede que lo que diferencia al sector de la educación ambiental de otros que están llevando a cabo más reivindicaciones es que gran parte de las personas que han perdido su trabajo en este sector, no se han planteado siquiera luchar por él. Y las personas que han podido conservarlo están demasiado ocupadas para poder dedicar tiempo a pedir las ayudas necesarias para conservar más puestos de trabajo.

Evidentemente hay muchas y muy buenas excepciones y se están haciendo muchos esfuerzos para que esta pandemia sanitaria no acabe con un sector acostumbrado a vivir entre crisis y de ellas hemos hablado ya en #EA26 durante los últimos meses.

Entre otras, en mayo de 2020, se publicó el documento de Medidas Urgentes de Carácter General elaborado por el equipo de personas expertas en Educación Ambiental que participan en la elaboración del Plan de Acción de Educación Ambiental (#PAEAS). Un documento que pretendía poner sobre la mesa de las administraciones públicas cuáles eran las necesidades más urgentes del sector.

El próximo 26 de marzo te invitamos a debatir una vez más sobre las consecuencias que esta crisis sanitaria tiene y tendrá en la educación ambiental. Como siempre intentando buscar soluciones y aportar visiones optimistas aunque a veces parezca que cueste encontrarlas.

Te esperamos el viernes 26 a las 18:00, como siempre en twitter utilizando #EA26.

Día Mundial de los Humedales 2021

¡Qué importante es el agua para los seres vivos! No olvidéis que somos más de 70% agua.

Este año desde #EA26 queremos destacar la labor que diariamente realizan administraciones y colectivos diversos por conservar estos espacios naturales tan valiosos y por dar a conocer toda la biodiversidad que habita en ellos.

Los asentamientos humanos siempre han estado ligados a los cursos de agua y las zonas húmedas y estos han sufridos sus transformaciones y su explotación desde tiempos inmemoriales.

Si algo aprendí de algunos viajes que he realizado es que cuanto más escasea al agua más se invierte en tecnología y sensibilización para un uso adecuado del mismo.

¿Y por qué no tomar conciencia de la importancia de un uso adecuado del agua aunque aparentemente no tengamos problema?

El planeta cambia rápidamente y este último año hemos comprobado que las aparentes condiciones de bienestar en que estamos inmersos pueden variar de la noche a la mañana, ¿Estaremos preparados si nos falta el agua?

Y no olvidemos que estamos en la Era del Antropoceno, donde poco a poco la masa artificial va sustituyendo a la masa generada por el hombre.

Únete a nosotras en el #DiadelosHumedales y comparte aquellos humedales que conoces que destacan por su gestión, en un buen estado de conservación y con un montón de especies de paso o habitando en ellos.

Hoy #DiaMundialHumedales queremos reconocer el trabajo de colectivos que trabajan a diario para conservar esos espacios llenos de diversidad y de riqueza, ¿Compartes con nosotras proyectos de conservación de humedales? #EA26 #EAVisible

El día mundial de la educación ambiental. Retos para una educación ambiental transformadora en un mundo en crisis

Este pasado 2020 la pandemia ha demostrado muchas cosas. Por un lado, la necesidad de una mayor inversión en ciencia, una mayor reconexión con la naturaleza y la necesidad de muchos cambios sociales, económicos y políticos para las siguientes amenazas que se ciernen sobre las sociedades humanas. 

Por otro lado, la crisis ecosocial, que ya era evidente antes de la pandemia del coronavirus, obliga a transformar las realidad hacia una nueva sociedad más justa, sostenible y resiliente, para lo que es imprescindible una ciudadanía formada y concienciada

Para ello desde #EA26 impulsamos varias acciones. 

En primer lugar, exigimos la inclusión de una competencia ecosocial, como imprescindible para la salud. Desde #EA26 en 2020 se recogieron más de 2000 firmas para la inclusión de una competencia ecosocial en el currículum de la nueva ley educativa.

En la nueva LOMLOE, se hace referencia a “promover una cultura de la sostenibilidad ambiental y de la cooperación social para proteger nuestra biodiversidad. Las Administraciones educativas favorecerán, en coordinación con las instituciones y organizaciones de su entorno, la sostenibilidad de los centros, su relación con el medio natural y su adaptación a las consecuencias derivadas del cambio climático. Asimismo, se garantizarán los caminos escolares seguros y promoverán desplazamientos sostenibles en los diferentes ámbitos territoriales, como fuente de experiencia y aprendizaje vital”

Sin embargo, entendemos que tratar contenidos como el cambio climático, la pobreza o las energías renovables no garantiza que se esté realizando Educación Ambiental. Si, entre otras cuestiones, no hay protagonismo del alumnado, ni empoderamiento frente a los problemas de su entorno, ni oferta de escenarios para la propuesta y ejecución de una acción transformadora individual y colectiva, ni desarrollo de resiliencia… no se está haciendo Educación Ambiental. Debemos entender que la transmisión de conocimientos acerca de las problemáticas ambientales que vivimos actualmente no conlleva directamente una motivación para actuar en sus soluciones, que es lo que intenta lograr la educación ambiental.

Por otra parte, desde #EA26 planteamos una Educación Ambiental que comprometa y capacite a las personas en la acción para superar los problemas ecosociales y mejorar la relación de las personas entre sí y con la biosfera.

Los próximos retos pasan, en primer lugar, por dignificar el campo de la Educación Ambiental y la profesión con puestos de trabajo y sueldos acordes a la importante tarea que realizan. Por integrar y potenciar esta profesión en la gestión ambiental, administrativa y ejecutiva. Los equipos decisores necesitan contar con educadoras ambientales que ofrezcan el contexto necesario y la oportunidad de hacer las cosas de otra manera, en la que la participación ocupa un lugar principal.

Unido al anterior punto, desde #EA26 exigimos la visibilización de la Educación Ambiental. La Educación Ambiental está invisibilizada cuando más se la necesita. En un contexto de emergencia sanitaria mundial, la Educación Ambiental debe emerger como un proceso educativo que ayuda a entender la situación, a concienciarse, a empoderarse y a tomar postura con propuestas y acciones que cambien las cosas.

Otro reto es la formación docente. El profesorado necesita urgentemente formarse en los problemas ecosociales, en sostenibilidad, en metodologías que den protagonismo al alumnado: cambiar la manera de enseñar, para poder cambiar el mundo.

Para todo esto es necesario que haya una apuesta decidida por un cambio social y económico que pasa por una dotación presupuestaria que permita recuperar un sector que, como en 2008, está en situación de riesgo de desaparecer. 

El PAEAS, Plan de Acción de Educación Ambiental para la Sostenibilidad

La herramienta en la que gran parte del sector tiene puestas parte de sus esperanzas es el Plan de Acción de Educación Ambiental para la Sostenibilidad, PAEAS, impulsado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITERD)

Tras su anuncio en diciembre de 2019 en la Cumbre de Cambio Climático COP25 por parte de la Vicepresidenta Teresa Ribera, se puso en marcha un proceso de participación experta durante la primera mitad del 2020, implicando a unas 300 personas, que dio como resultado un documento con 141 propuestas de acciones prioritarias, en el ámbito de los 10 grupos de trabajo sectoriales constituidos: Administración General del Estado; Comunidades Autónomas; Administraciones Locales; Sector Privado (Empresas/Fundaciones); Organizaciones sociales y ambientales, Movimientos ciudadanos y de la juventud y Sindicatos; Profesionales de la Educación Ambiental y Equipamientos Ambientales; Medios de Comunicación y Entorno digital; Espacios Naturales Protegidos; Educación no Universitaria y Comunidad Educativa; Universidad. 

Esas más de 140 propuestas de las personas expertas, elaboradas en pleno confinamiento, establecen un presente y futuro de la educación ambiental, que pasa por fortalecer el sector, dignificar a las profesionales de la educación ambiental y desarrollar planes y programas consolidados ante la crisis social, ambiental, climática y de salud en la que nos encontramos. 

Sin embargo, este plan ha visto cómo ha ido retrasando sus fases posteriores, su aprobación y puesta en marcha, responsabilidad del MITERD, que lidera el proceso, y se está a la espera de su reactivación y finalización.  

Desde #EA26 consideramos que es imprescindible que el Plan de Acción de Educación Ambiental para la Sostenibilidad, PAEAS, desarrolle la totalidad de las propuestas por parte de las expertas, su puesta en marcha lo más urgente posible y se dote de presupuesto, como ocurre en países de nuestro entorno, de forma que rescate y consolide una educación ambiental más necesaria que nunca.

Como muestra del compromiso con el sector y con la sociedad celebramos el pasado día 26 de enero de 2021, Día Mundial de la Educación Ambiental, con diversas acciones entre las 16:30h y las la 19:30h. 

  • de 16:30 a 18:00 h una jornada con la participación de más de 20 personas en la que charlaremos de temas relacionados con la comunicación, la educación, los equipamientos y la salud. Además se comentará la situación del PAEAS. En el canal de Youtube de #EA26
  • de 18:00 a 19:00 h, encuentro en Twitter #EA26
  • de 19:00 a 19:30 h entrega del II Premio de Educación Ambiental #EA26. A través del canal de Youtube de #EA26. 

Por una educación ambiental visible #EAvisible

El lunes 21 de diciembre de 2020 a las 11:02 dará comienzo el invierno astronómico. Este 2020 será probablemente más cálido de lo habitual en España como nos adelantaba hace unos días la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) ….

Y la Educación Ambiental, que debería ser una de las grandes apuestas de esta sociedad para hacer frente a la emergencia climática… Es, sencillamente, INVISIBLE. 

Con la idea de visibiliar la Educación Ambiental, hemos elaborado este calendario con educadoras ambientales realizando #EducaciónAmbiental por una educación ambiental visible

#EAvisible

Desde #EA26 ponemos a tu disposición el calendario con las imágenes que hemos preparado y el calendario completo en formato pdf.

Calendario Visibiliza la Educación Ambiental

 

LA EDUCACIÓN AMBIENTAL COMO SERVICIO PÚBLICO (versión extendida) #EAServicioPúblico

Este texto es una cesión de Miguel Pardellas Santiago y Pablo Á. Meira Cartea

Miguel es Socio de la Cooperativa sin ánimo de lucro Feitoría Verde (miguelpardellas@feitoriaverde.com) y Pablo es profesor titular en la Facultad de CC. de la Educación de la Universidade de Santiago de Compostela (pabo.meira@usc.es).

Ambos son miembros del Grupo de Investigación en Pedagoxía Social e Educación Ambiental (SEPA-interea)

Nota previa de los autores:

A raíz de los correos que recibimos después de la publicación de la primera versión de este artículo (https://praza.gal/opinion/a-educacion-ambiental-como-servizo-publico), decidimos revisar algún párrafo y añadir un último apartado de “política ficción”, con propuestas especificas para la incorporación de la EA como servicio público de facto.

Este trabajo de concreción tenía también su motivación en la publicación del texto en la “Firma del Mes” de la Carpeta Informativa del CENEAM correspondiente a octubre de 2020. A día de hoy (30/11/2020), esta Carpeta no ha visto la luz, como tampoco la correspondiente al mes de noviembre. Según parece, alguien en el laberinto de la administración del Estado ha decidido paralizar la edición de la Carpeta. Quizá haya sido casualidad o quizá no, que este interruptus haya coincidido con la publicación de nuestro ensayo, quién sabe (acaso sería mejor decir, ¿quién lo sabe?), pero lo cierto es que ha sido así. Ya sería un enorme despropósito que para matar una pulga se cargasen a todo el elefante… Hay que aclarar que en este extraño suceso no hay responsabilidad alguna del personal del CENEAM que, como siempre, ha actuado de la mejor manera posible. Lo ocurrido refuerza, tristemente, el panorama gris, casi negro, del engarce de la EA en las políticas públicas del estado. Sin peso estructural, sin recursos y, si te mueves, no sales en la foto.

Paradójicamente, el hecho de que este texto no haya podido ver la luz en la Carpeta del CENEAM, refuerza la tesis central que en él se defiende: la consideración de la EA como un servicio público fundamental para el impulso de la transición socio-ecológica que precisa iniciar la sociedad española y la humanidad en su conjunto para convivir en una biosfera cuyos equilibrios hemos trasgredido hasta el punto de amenazar la dignidad de nuestra existencia. Esperemos que lo que pretendía ser una reivindicación de la EA como servicio público no acabe por convertirse en el epitafio del CENEAM; un ejemplo de cómo este desiderátum se puede concretar con inteligencia -también emocional-, empatía y capacidad de liderazgo en un Estado plural y complejo como es el español.


Como otros muchos ámbitos sociales y profesionales, el de la Educación Ambiental (EA) observa con preocupación más que legítima el escenario que se presenta en los próximos meses. Aún con muchas incógnitas, ni los proyectos ni las actividades enmarcadas en lo que se denomina EA parece que vayan a continuar en las mismas condiciones; sea por las actividades que requieren de una interacción directa, por los espacios en los que se realizan, por el distanciamiento forzado de las potenciales personas destinatarias o por el abandono de este tipo de “inversiones” por parte de actores públicos y privados al considerar que se deben priorizar la respuesta a otras necesidades e intereses.

Los antecedentes son poco halagüeños: la crisis del 2008 asoló un campo ya de por si precarizado que, lejos de recuperarse en la década transcurrida, ha abocado a muchos y muchas profesionales de la EA a abandonar el campo y, en el mejor de los casos, a buscarse la vida en otros ámbitos profesionales (ocio y tiempo libre, turismo, deporte, cultura, etc.), en el mejor de los casos.

Desde el inicio de la pandemia se ha escrito mucho sobre la necesidad de revalorizar los servicios públicos como soportes esenciales para los tiempos de crisis. Incluso, algunos neoliberales reconocidos han elogiado e incluso han puesto en valor la sanidad pública, celebrando las bondades de un Estado fuerte, capaz de sostener y remendar los destrozos de una crisis imprevista –por lo menos para ellos – en su vertiente sanitaria, pero también en la económica. El coronavirus ha revelado, sin paliativos, las costuras de unos servicios públicos adelgazados, precarizados y vilipendiados.

Nos van a permitir no profundizar aquí en los múltiples debates sobre qué tipo de estructura pública reforzar y sobre cómo financiarla. Eso sí, no vamos a negar que nos gustan más los adjetivos “descentralizada”, “coordinada”, “participativa”, etc. y, sobre todo, que apostaríamos por unos servicios públicos centrados en la salvaguarda de los bienes comunes y del bien común.

En este contexto, ¿cabe considerar que la EA es o debería ser un servicio público?

Vayamos a la definición. Se entiende que los servicios públicos son el conjunto de bienes y actividades que, a través de su administración directa o indirecta, un Estado le garantiza a su población para que pueda, con mayor o menor diligencia, atender a sus derechos y responder a sus necesidades para alcanzar una mayor igualdad de oportunidades y mejorar la calidad de vida.

Sin duda, la Educación, en general, y la EA, en particular, encajarían en esta concepción, más aún en un contexto de emergencia climática como en el que nos encontramos, con la necesidad urgente de emprender transformaciones sociales y ambientales de gran calado, preferiblemente sin dejar a nadie en el camino. Lo que está en juego es, ni más ni menos, que la posibilidad de que nuestra especie tenga una vida digna en sociedades que combinen justicia y equidad social y sostenibilidad ambiental.

A la vista del débil peso de la EA en el sistema educativo y de las inercias seguidas por la mayor parte de las administraciones autonómicas y municipales, no es descabellado afirmar que la fórmula preferente para promover iniciativas de EA ha sido la gestión indirecta, dejando en manos de empresas, cooperativas y asociaciones la mayor parte de las iniciativas, actividades y proyectos. Esta fórmula no tiene por qué ser necesariamente mala, pero ha propiciado, a nuestro entender, una dinámica de precarización que ha dado lugar a múltiples contradicciones entre el compromiso ambientalista de muchos y muchas profesionales de la EA y la necesidad de subsistir. Y también ha penalizando la calidad y, sobre todo, la coherencia entre la oferta educativa real y los supuestos objetivos de una EA que permita avanzar hacia sociedades más justas, equitativas y sostenibles. En este contexto abundan trabajos generalmente mal pagados, en los que las precarias condiciones laborales a duras penas se compensan con altas dosis de voluntarismo que, a su vez, se pagan con grados crecientes de insatisfacción y burnout laboral. También tienden a priorizarse proyectos y actividades “para la galería”, diseñadas para el “lavado verde” de administraciones y empresas, sin aspiraciones reales de cambio; si bien, no pocas veces, queda el consuelo de que tales actividades caigan en manos de activistas del ambientalismo y el ecologismo, capaces de introducir pequeñas píldoras de crítica y rebeldía.

Con todo, la mayor parte de estas respuestas educativas, mímicas y desenfocadas, no parecen las más propicias para impulsar la transición socio-ecológica que demanda la emergencia climática, por identificar el reto ambiental más apremiante que hemos de enfrentar en este siglo. La alternativa resulta evidente, necesitamos una EA que contribuya a la resiliencia de nuestras sociedades y que, operando en el marco del desarrollo de los servicios públicos esenciales (sanidad, educación, protección social, etc.), se erija en una herramienta para enfrentar la crisis económica y ecosocial a la que nos aboca el mismo sistema que ha achicado y degradado constantemente estos servicios al compás de una ideología neoliberal hegemónica que abraza el dogma de la descomposición de lo público.

El escenario que impulsó la socialdemocracia en algunos países durante los años 50 y 60 del siglo pasado implicó un pacto social que ofrecía bienestar para expandir el consumo como ingrediente imprescindible para engrasar el crecimiento económico. Pero hace ya tiempo que el crecimiento, transmutado en fin en sí por el capitalismo global, es el problema. No vamos a entrar en detalle sobre los impactos sociales y ambientales de este modelo; únicamente diremos que, cuando suenan de nuevo las apelaciones keynesianas a recuperar cierto protagonismo del Estado en la economía, resulta absurdo insistir en la fórmula imposible del crecimiento infinito en un planeta finito. Es necesario repensar las nociones de progreso y bienestar, desligándolas del crecimiento. Para iniciar la transición que facilite este desacoplamiento es imprescindible incorporar la política ambiental a los pilares del bienestar. En la salida del abismo abierto por el Covid 19, la transición hacia nuevas formas de relacionarnos con la biosfera y entre nosotros mismos es un reto ineludible si lo que pretendemos como civilización es impulsar valores de equidad, justicia y sostenibilidad.

No será fácil. El combate, por decirlo de alguna forma, por el relato de la crisis y sus salidas se inició ya en los primeros días de la pandemia. El clamor prácticamente unánime que reclamaba una “nueva normalidad” ha ido transmutado progresivamente en una realidad que aspira a parecerse demasiado a la anterior; los que desmantelaron y privatizaron la sanidad y otros servicios públicos esenciales, después de momentáneos deslices pro-estatalistas, siguen queriendo adelgazar la inversión pública y minimizar la acción del Estado, sino explícitamente en nombre del mercado, si en el de una supuesta libertad que acabará por ser, fundamentalmente, la del mercado. En este debate, urge recolocar la EA como un servicio y un bien público esencial para la transición ecológica.

Cabría preguntar si el campo de la EA está preparado para ser un servicio público en esta emergencia permanente en la que estamos instaladas. Por suerte, pensamos que la mayor parte de los y las profesionales de la EA están más que preparados o, si no lo están, tienen una gran predisposición para estarlo en muy poco tiempo. Sin embargo, existen muchas inercias que cambiar. La primera de ellas, revertir la falta de recursos para dignificar y poner en valor la profesión; recursos que rompan el círculo vicioso de la EA concebida como ornamento, como actividad subsidiaria, infradotada económicamente e invisible en y para las políticas públicas. La EA tiene que dejar de ser una nota a pie de página de las políticas educativas y ambientales, para erigirse en un eje transversal, con su propia entidad y estructura presupuestaria e institucional.  De hecho, posicionar la EA entre las grandes prioridades del sistema educativo o de la agenda pedagógica de otros agentes sociales, públicos y privados, sería una extraordinaria forma de comunicar la gravedad y transcendencia de la crisis socio-ambiental a la que nos enfrentamos y la necesidad de reaccionar con urgencia para evitar que sus consecuencias sean demoledoras para la humanidad. De nada sirve declarar la “emergencia climática”, por ejemplo, si no se trasponen a la sociedad señales claras y consecuentes de alarma, que impliquen a la sociedad en las profundas transformaciones estructurales que se precisan para eludir las peores consecuencias de un clima desbocado.

En la redefinición del rol social de la EA hay fuertes inercias que enfrentar. La EA no puede ser, o no puede ser sólo, una forma de “acercarnos a la naturaleza”; tampoco un manual para separar residuos o para troquelar hábitos sostenibles en el hogar (apagar las luces, cerrar el agua, etc.); no puede ser una actividad más de las dirigidas al público escolar. La EA ha de ir mucho más allá para convertirse en un catalizador social y cultural de la transición ecológica. Palabras mayores.

La defensa de la EA como servicio público esencial no sólo requiere más inversión, también reclama proyectos a largo plazo con enfoques innovadores y orientados a la transformación social. Exige, por lo mismo, re-pensar el campo para ser capaces de construir e institucionalizar estructuras de acción pública resilientes. Se trata de instituir políticas públicas de EA en sintonía con otros sectores y servicios esenciales: la sanidad, el sistema agroalimentario, la educación, el urbanismo, la movilidad, etc. Y en todas las escalas y escenarios de la administración. Políticas dónde el apoyo mutuo, la cooperación y la necesidad de entender el mundo desde una óptica social y económica diferente sean la prioridad para poner en el centro el bien común y el cuidado de la vida. Casi nada…

Hagamos un poco de política ficción. Comencemos por algo muy básico: junto a la aprobación de la nueva Ley de Cambio Climático se activa un plan paralelo para poner en el centro la figura del profesional de la EA. Un plan que, con la correspondiente memoria económica, introduce a las educadoras ambientales en puestos clave de la administración autonómica y municipal, actuando como impulsoras y mediadoras de las medidas y proyectos que se pondrán en marcha para reducir nuestras emisiones y avanzar en la adaptación a las consecuencias ya inevitables.

Al mismo tiempo, también será necesario un decidido impulso de la EA en el sistema educativo. La articulación de un currículum de emergencia climática sería una forma contundente de comunicar a la sociedad la transcendencia y el potencial de amenaza de la crisis que enfrentamos. Y, otra vez, una nutrida plantilla de educadoras ambientales que entren en los centros (infantiles, de primaria, secundaria, formación profesional y universidades) y sirvan de punta de lanza para apoyar y acelerar el desarrollo de dicho currículo en todas las esferas de la actividad docente y académica.

En paralelo, como no parece muy recomendable olvidar el ingente trabajo y los aprendizajes acumulados en todos estos años por las pequeñas empresas y cooperativas de EA, se abriría una nueva etapa en la que los conceptos de “convenio colectivo justo”, “concurso público decente” y otras semejantes dejarían de ser aspiraciones utópicas y se convirtieran en normalidad para impulsar un sector privado digno y socialmente innovador.

En todo este proceso no podemos olvidarnos de ampliar y fortalecer las redes y alianzas estratégicas con los movimientos sociales: ecologismos, ecofeminismos, agroecología, etc., habilitando espacios de debate y diálogo permanente en los que poder incorporar críticas, propuestas y conocimientos.

Saber qué se está haciendo, cómo y con qué resultados será fundamental. La evaluación y análisis de los logros (y fracasos) tendría que ser un imperativo, habilitándose recursos y estructuras consistentes en el espacio y en el tiempo para el desarrollo de una investigación social y educativa que retroalimente con sus trabajos las acciones e iniciativas más transformadoras.

Los siguientes pasos tendrán que ser saltos obligados por la propia emergencia –no olvidemos que el cambio climático sigue mientras construimos nuestro particular cuento de la lechera–. Habrá que introducirse en todos los estamentos, incorporando las claves socio-ambientales (de verdad) en la planificación urbana, la gestión sanitaria, la política energética, la política cultural, etc.

Por supuesto, habrá quien, en medio de esta fábula, se empeñe en despertarnos con preguntas impertinentes: ¿y todo esto cómo se financia? También aquí tenemos alguna idea. Mucho se podría hacer en cuanto a la presión fiscal sobre las rentas más altas y las grandes corporaciones multinacionales, pero incluso creemos que una simple moratoria a nivel estatal en la construcción de carreteras, autopistas y demás derivados de asfalto sería más que suficiente para la contratación de todas las educadoras y educadores necesarios para impulsar una transición ecológica justa y socialmente participada. Incluso podría servir para reorientar recursos humanos del sector de la construcción hacia el sector primario, de enfoque agroecológico, por supuesto, que permitiese avanzar en la soberanía alimentaria y revertir la despoblación en la España vaciada. Por pedir…

A distintas escalas, con diferentes medios y con desiguales resultados, todas estas propuestas se han puesto en marcha en varios países y regiones. Apuntamos esto para evidenciar que se trata de decisiones políticas, posibles y, a nuestro entender, necesarias.

No se trata de aprovechar una oportunidad en tiempo de crisis. Es una necesidad para lograr la supervivencia digna en el planeta.

APRENDIZAJES POSITIVOS DE LA PANDEMIA Y EL CONFINAMIENTO RELACIONADOS CON LOS PILARES Y VALORES DE LA EDUCACIÓN AMBIENTAL. #EA26 26N

En septiembre de 2020, tras unos largos meses de pandemia, confinamiento y desescalada en la que hemos visto los riesgos y peligros a los que el sector de la Educación Ambiental lo estaba pasando mal… LO SIGUE PASANDO MAL, MUY MAL.

Algunos «brotes verdes» aparecían, sobre todo relacionado con la pandemia nos estaba enseñando, especialmente situar la vida y los cuidados en el centro.

Para este mes de noviembre de 2020, en nuestro debate de #EA26 hablaremos con Marta López Abril e Isabel Fernández Domínguez, educadoras ambientales y autoras del texto con el mismo título y publicado en el Carpeta del Ceneam del mes de Septiembre.

Vente este 26 de noviembre a las 18h en #EA26 y hablemos de #EducaciónAmbiental